Ahora me parece
que jamás
he salido del desierto
y que en el aire
que respiro
existen recuerdos
que todavía laten.
Los días de lluvia
me convierto en isla
conservando
los víveres suficientes
para no desfallecer.
Hay noches
que aprieto mi alma
contra mi carne
y me reconforta
sentirme,
ser hija y madre
al mismo tiempo,
protectora y protegida,
defensora y defendida.
De momento
he abandonado
la idea
de salir de aquí,
me he acostumbrado a ser
una habitación sin llave,
un espacio poblado de
soledades
que nunca me mienten,
que se ponen en paz
con las guerras
que me han sucedido.
Decía que soy un poema
en el desierto
hablando de amor y lejanía
y que por las noches
me abrazo.