Soy revolución y calma.
Canto y silencio.
Fuego y ceniza.
No hago tratos de amor
que requieran firmas.
Soy un alma de huesos
que crujen en la caricia.
Establezco un orden
que no responde 
a mandatos
de las alturas.
Desobedezco a conciencia
y cuando voy a ciegas
busco la espuma de un mar
que alivia la historia 
de mis heridas.
He recorrido mundos 
en tus besos.
He sucumbido al deseo 
más prohibido.
Sujeto pocas cosas,
voy liviana por el mundo.
Soy real.
Soy imperfecta.
Mi sangre es imprudente,
genio y figura.
Llevo un adiós que duele
y confieso
que he perdido 
guerras
sin ningún sentido.


                         Foto Norman Jean Roy
Yo era 
un corazón roto
de verso corto
y caminos que no llevaban
a ninguna parte.
......................................
Le pedí a la poesía
que me prestara
el privilegio
de otra mirada
sobre las cosas.
.....................................
Hay poetas que buscan
ornamentos para sus poemas,
yo
solo quiero
encontrar
mis trozos.


















Respiro confusa
en el aturdimiento del encierro.
He madurado mis órganos
enderezado mis piernas
escupido residuos
lavado mi plumaje
y en condiciones
de recién nacida
vuelvo.

La madre tierra
tiene todo lo necesario
para devolverme a la vida.
Aprendo a respirar
Revoloteo.
Me gusta la sensación
de aprendizaje
y esta vez
nadie
-absolutamente nadie-
interrumpe mi vuelo.



Transgredir con mi boca
no por el mero hecho
de cambiar las cosas,
no por una revolución permitida
y por cauces legales,
no por llamar la atención
ni escandalizar a vecinos
de ésta ciudad irrespirable.
No por iniciar conflictos
insultos
pequeñas risas burlonas
que acompañarán las mesas
de las perfectas familias.
No por el mero hecho
de no claudicar, a pesar de los años
y de mi rebeldía innata.

Si lo hago, señores,
es por el básico deseo
de tocar su agua
en medio del desierto.
Que hablen si quieren.
Que hablen...
Yo, con su beso.
La poesía me lleva lejos
-dibuja nuevas coordenadas-
mi norte es el sur
y mi centro estalla en palabras
que resuenan milagrosas
queriendo rozarte.
Cruzo la estancia
y me expando más allá
de los códigos
y los postigos,
de los imposibles
y las encrucijadas.
Escribo para darte noticias de mí,
para no sentenciar a muerte
mis emociones,
para suscitar la sospecha
de que existe
algo más
que la prisión
donde acaban mis días
sin ti.

Foto István Sándorfi
Ahora siento
que buscaba el amor
en lugares donde nada sabían de él
y así
me encontré en las ciudades
más extrañas
amando en vano
y pagando precios
desorbitados.
Tiempo después
me haría un traje
a mi medida,
un impermeable
y un poemario
que me dieran
defensa e intensidad,
consuelo y palabra.
Pero guardo los besos
que me encontré,
esos
que hacen de mí
una mujer experimentada
en explosivos

que jamás estallaron.

No quiero que nadie 
me complemente
y menos 
complementar a nadie,
no quiero cambiar

ni una sola palabra
del lenguaje arisco 
de mis dudas 
sobre ti,
dinamité mis castillos
en el aire
y carezco de planes
con un final feliz.
Me hice mayor
para convocar tormentas
que destrocen el paisaje
que tanto 
me costó construir.
No tengo "el siempre"
No tengo "el nunca"
pero -eso si-
dejaré una silla
un paseo
un viaje
donde descubrir
qué herida te duele
y qué te hace tan feliz.
No creo en cuentos
ni en milongas
pero
si entras
en mi beso, 
yo te escribo
una historia 
-insisto-
con los pies en el suelo
de un cielo prometedor.

Foto Jean Loup Sieff





















La primavera ha transgredido
algunas de las reglas
que me había impuesto
el invierno.
Salgo a respirar
un aire limpio de metralla
y desconsuelo,
de frío calculado
y de espaldas gélidas.
Me abro paso por los amores perdidos
y otras hierbas,
me alejo
de los chantajes emocionales,
del excesivo llanto,
de los idiotas
que creyeron
que la historia
tiene 
una sola versión.
La primavera
viene a mostrarme
el otro lado
de las cosas.

Y es alegre,
alegre
sin esfuerzos.



Y averiguo que el dolor
es opaco,
que me sujeta 
con lazos de acero
y que tengo que aprender
de nuevo
a volar.




Digamos que quizá
no estuve sola,
que conversé contigo
en aquel local
de música en directo
donde la gente
no quiere escuchar
más lamentos
que el de una guitarra
sin letra.
Después jugamos a besarnos
en el portal de tu casa
y amparamos el deseo
bajo las sábanas
de una velada completa.
Te reíste de mí
cuando te dije
que yo no creía en el amor
y tú presentiste
que salía todas las noches
a buscarlo.


Foto Silvia Grav
 Lloro siempre porque soy de agua. Ojo conmigo.
                                                                                                                                  Calibro mal el dolor.
                                                                                                         Carina Sedevich

Lo que más cuesta
es venir del vacío y llenarlo.
Volver a regar las plantas,
poner orden por fuera
y por dentro,
recoger la ropa
empezar el libro
abrir la ventana
-acordarte de quién eres-
lo que más cuesta
es pagar el rescate
y volver.


Foto Elena Martyniuk