Es un día gris
y tomo nota de todas las tonalidades,
agua dulce
de aceras resbaladizas
y paraguas de colores
tropezando, mezclando armonías
en un otoño
que tampoco estás.
Brillan
las baldosas en mis ojos.
Todavía te presiento en la lluvia.


Pintura de Antonio Varas
Lluvia de paraguas



Más que a ti,
añoro
la que yo era.
El yo
lo tengo.

Temo 
por el nosotros.


Hay un pájaro herido en mi espalda
y su aleteo 
revuelve los versos
que no consiguen volar.





Si quieres
me vacío los bolsillos
encuaderno los recuerdos
cuento hasta el infinito
abro las puertas del cielo
busco un Dios que crea en nosotros
salgo sin paraguas 
salto a la piscina más seca
cuento las ovejas del insomnio

-si quieres-
contigo.




Ya no pesan las palabras
olvido
desvelo,
todo es liviano,
perfectamente un duelo
que se aleja,
impulso de un corazón
que aprende a no verte.

Ordeno el desván de mi alma
con las manos llenas de adioses
y los kleenex secando
la estancia.

Miro el futuro
para establecer un vínculo
entre el mundo y mi poesía
y con todo
salir a la calle
a completar la historia.


La mía. 







En ocasiones
lo que parece indiferencia
no es más que dolor.


 





Dilatar palabras
que salgan de tu boca
como un estallido

acribillando silencios
que nos separan.














 



















Cierro
suturo
pego
junto
coso
fijo
adhiero los bordes
limpio 
y disimulo
que aquí 
no ha pasado nada.

Pero ha pasado.

Y en tardes de lluvia
la herida 
se abre.
Y se revela.








Crecí con los poemas de Peri Rossi
y me aprendí de memoria
las canciones de Brel,
el amor era una pose existencial
y la revolución la contraseña
para entrar en la vida.
La sangre y las hormonas
hicieron el resto.

Me levanté de todos los confesionarios,
quemé las culpas
los moldes
y me dediqué a ser joven
con todas mis fuerzas
¡me comía el mundo!

Después,
una gran indigestión.









He permitido grandes injusticias
sobre mí,
he guardado caricias y arañazos
en el mismo saco
he dormido acurrucada
en el lado del miedo
y ahora
construyo una casa
sin alambradas
y me pido
otra oportunidad.








 





Hay besos que saben a medianoche,
a ginebra,
a coger la soledad por el cuello
y estrangularla,
a leve momento
de lenguas
que olvidan.













































Algunas veces
la soledad te arrastra
por toda la casa
y tienes
que mirarle a la cara
recordando lo bueno
que ha hecho por ti,
el plan perfecto 
de hacerte justicia.


Y la aceptas como es,
la muy puta.


















































El tono perfecto
azul de tus ojos
mar cielo
estrofa descuidada
del verso que te cae
por la mirada.


Lágrima catarata
en tu cara
que yo lamo
para quedarme
con tu tristeza,
parpadeo lánguido
de tus minúsculas olas

en tus pestañas.

















Construyo cimientos
versátiles,
que van de ti hacia mí
estremeciendo el espacio,
las líneas convexas 
que unen mi mano
a tus labios
en un intento
de construir
tu beso 
en mi verso.


















Objeto de primitivas poses
como esfinges doradas
al sol
en un gimnasio
donde preparar
sus músculos
para un escaparate
donde no se vislumbra
ni una sola
idea.







































Esta mañana
me tomé el café con leche
con algunas lágrimas
que me quedaron de anoche.

Tu lejanía
desplegaba un mapa
de carreteras imposibles.

Cerradas a mi paso.




































Creo en mí
y en la posibilidad
de ser otra mujer,
de convertirme en lo que quiero:
cavarme
modelarme
incluirme
amarme.
Ser la creadora
de mi propio ser.