Algunas veces me enamoro de ti.
Me quedo prendada
y preñada de tus palabras.
Tus versos
me poseen y me vuelvo
reproductiva, sexual,
textualmente entregada.
Se abren todas mis ventanas.
La emoción fuerza mi puerta.
La piel se acuerda de todo.
La cordura se hace la loca.
Me quito años.
Me empadrono en otras ciudades.
Me abandono a las sábanas
estremeciendo su blancura,
bandera de rendición
absoluta.
Me convierto en otras mujeres
del pasado
que se detuvieron
a mirar el amor
sin rodeos.
Algunas veces.
Algunas veces me enamoro de ti.
Luego te pasas de largo
dejándome toda
esta rutina...


                               Foto Kate Barry
Resucito en cada verso
a lomos 
de un caballo
que no permite 
apuestas.
Asumo la imperfección
de los que amo
como la mía propia.
No pertenezco a nadie
aunque me pueda
entregar.
La belleza
siempre me salva
de la desolación.
Tengo ya
pocos miedos
que solventar.
A estas alturas
el amor
se ha quitado
todas las espinas.
Pido disculpas
-una vez más-
si mis laberintos
supusieron dolor
para ti.

Carmen Maroto






Dijo NO -o no pudo
decir No-
y la calle
escucha el chasquido
de su carne desvalida.
Ellos, los infames,
ejercen
su miseria
sin reparar
en el espanto.




Mi palabra se sube
a una catástrofe
o a una esperanza
mencionando
voces internas
que me abrasan
o me matan de frío.
Escribo sobre la fatiga
o el entusiasmo
contando los años
que transcurrieron libres
o que conformaron
la métrica oficial.
Al fin escribo 
para salirme con la mía,
para sacarle la lengua
a la estadística
al clero
al sistema patriarcal
al poder de la información
al reinado de los vampiros.
Escribo para tener
un reservado,
un local con derecho de admisión,
un territorio 
donde excluir
a los invasores.

(Escribo también
sobre lo imposible,
si acaso amarte
lo fuera)


Mis versos van tirando
como pueden,
como yo.
Salen a la luz 
por una fisura,
por el resquicio
de la puerta que no cierra
del todo,
salen con letra pequeña
frecuentando bares
de amaneceres
dudosos,
salen inmundos
apestando
a fracaso.
Salen dispuestos
a salvar
lo que queda
de mí.



Cualquier movimiento
mínimo
atrevido 
exacto
perverso
queda registrado
en la hoja de ruta
de mi piel
revelando
el impulso
de mover
mi mundo
en tu dirección.