Soledad,
que rúbrica temblorosa
tienes.


Obra István Sandorfi

Quiero ser para ti
la raíz de la palabra
el verbo
la solicitud entonada
de mi voz
que señala con el índice
mi espacio
de cenizas
y brasas.
Soplo en tu boca
y me llaman incendiaria.
Seguiré escribiendo
aunque me tenga
que quemar.

Foto Thea Curtis

Gastar la palabra Amor
Astillar sus bordes
Abreviar su contenido
-ampliarlo-
Hacerle radiografías
Exponerlo en museos
en grandes almacenes
en mercadillos
Sacarlo a subasta
Desplegar el argumento
Dejar exhausto el lenguaje
que intenta decir
en qué consiste.
Sin embargo Amor
-amor inexplicable-
tú me revelaste
quién era yo.

Foto Pierre dal Corso

El tono perfecto
azul de tus ojos
mar cielo
estrofa descuidada
del verso que te cae
por la mirada.


Lágrima catarata
en tu cara
que yo lamo
para quedarme
con tu tristeza,
parpadeo lánguido
de tus minúsculas olas

en tus pestañas.


Te hablo de esa soledad
que te arranca la piel,
que te expone en carne viva
-soledad a secas-
sin conservantes
ni colorantes.
Una copa amarga
que se bebe de un trago.
Un abrazo sin brazos.
Un beso contra el cristal.
Un ajuste de cuentas.
Un destierro.
Un gemido.
Un poema solo.



La poesía viene a explicarme
las cosas comunes

y dejan de serlo.




Construyo cimientos
versátiles,
que van de ti hacia mí
estremeciendo el espacio,
las líneas convexas 

que unen mi mano
a tus labios,
en un intento
de construir
tu beso
en mi verso.



Escribir es 
cambiar de tamaño
la vida.



Pido perdón
por la realidad que me inyecto en vena,
por la incredulidad
y por la falta de dioses.
Perpleja 
exhausta
me siento al borde de la palabra
a trazar lo que veo
dentro y fuera
de mí.
Por lo demás
no tengo mucho que decir.
He llenado cada espacio.
He bebido cada copa.
He besado cada beso.


Dejemos de cerrar puertas
de bajar persianas
de conjurar a dioses ausentes.
Es la vida
con sus armas implacables
aleatorias
salvajes
dispararnos de uno en uno
hasta resucitarnos.



Artista Egon Schiele

Piensa en mí 
cuando el desalojo previsible 
de los años
te deje sin provisiones, 
piensa en mí

cuando el mundo encoja sus sombras
y sus hombros.

Piensa en mí
cuando el amor
ya no diga tu nombre,
cuando el destierro
te siga los pasos,
cuando no queden
más palabras
que decir.



La poeta escribe
como una posesa,
como si el lenguaje
golpeara sus manos
de tinta
en una noche
en que la soledad
habla demasiado.
Ella sabe
que sobrevive de palabras
que le hacen daño
y que al mismo tiempo
han venido a salvarla.


Los besos resbalan por Noviembre hasta caer...
llegan dándole otro nombre 
a lo que sentimos, 
emborrona sus días con permiso para desear. 
Encuentro y despedida.

Todo sucedió.
Y nada.





He tragado quina
sangre y saliva,
he regenerado mi cuerpo
en tierra de nadie,
he amado
he construido casa
he parido con dolor
he sudado amores
he huido
he vuelto
he llorado con desconsuelo
he sentido asco
-miedo-
he perdido guerras
-las he ganado-
he inaugurado besos
he reído
he gritado
y si continúo
escribiendo
es para tener un lugar
donde poderlo decir.













Escucho a mi soledad
hablar de otros,
me dice
que son tiempos
en que ella
gana
muchas partidas.
Lo dice
mientras ríe
mostrando
su lado
más perverso.




Mis manos
la espalda
los brazos
toda mi estructura ósea
músculos
y es más
todo mi conocimiento
a veces
se hacen tan pequeños
frente a la vida,
que el poema
se vuelve
letra pequeña
de un contrato,
de un empeño
en sublevar mis miserias.





Lo admito,
a veces
soy una extraña para mí misma,
no enciendo las luces
no me veo
no adivino el cuerpo
tembloroso,
no ajusto los nervios,
no encuentro la sintonía precisa
para percibirme.

Lo admito,
a veces
me abrazo a la nada,
al frío terrible de tu ausencia,
a la indecente rendición de mis carnes,
al paisaje destruido 
del poema.

Lo admito,
a veces
me abandono a la tristeza
que supone

ver el fuego consumido.




Necesito tiempo -dijiste-
bostezando y con prisas.
Me quedé llorando
con la impresión
de que te irías a dormir
o a celebrarlo.
Al día siguiente me compré una margarita
y un libro de poemas.
Y mientras escuchaba jazz sin estridencias
recité a poetas
que también se inspiraron
en la estupidez.








Sabrás 
que caminamos
por un asfaltado corazón
y que hay que taladrar
la posibilidad
de encontrarnos.






Es un día gris
y tomo nota de todas las tonalidades,
agua dulce
de aceras resbaladizas
y paraguas de colores
tropezando, mezclando armonías
en un otoño
que tampoco estás.
Brillan
las baldosas en mis ojos.
Todavía te presiento en la lluvia.


Pintura de Antonio Varas
Lluvia de paraguas



Más que a ti,
añoro
la que yo era.
El yo
lo tengo.

Temo 
por el nosotros.


Hay un pájaro herido en mi espalda
y su aleteo 
revuelve los versos
que no consiguen volar.





Si quieres
me vacío los bolsillos
encuaderno los recuerdos
cuento hasta el infinito
abro las puertas del cielo
busco un Dios que crea en nosotros
salgo sin paraguas 
salto a la piscina más seca
cuento las ovejas del insomnio

-si quieres-
contigo.




Ya no pesan las palabras
olvido
desvelo,
todo es liviano,
perfectamente un duelo
que se aleja,
impulso de un corazón
que aprende a no verte.

Ordeno el desván de mi alma
con las manos llenas de adioses
y los kleenex secando
la estancia.

Miro el futuro
para establecer un vínculo
entre el mundo y mi poesía
y con todo
salir a la calle
a completar la historia.


La mía. 







En ocasiones
lo que parece indiferencia
no es más que dolor.


 





Dilatar palabras
que salgan de tu boca
como un estallido

acribillando silencios
que nos separan.














 



















Cierro
suturo
pego
junto
coso
fijo
adhiero los bordes
limpio 
y disimulo
que aquí 
no ha pasado nada.

Pero ha pasado.

Y en tardes de lluvia
la herida 
se abre.
Y se revela.








Crecí con los poemas de Peri Rossi
y me aprendí de memoria
las canciones de Brel,
el amor era una pose existencial
y la revolución la contraseña
para entrar en la vida.
La sangre y las hormonas
hicieron el resto.

Me levanté de todos los confesionarios,
quemé las culpas
los moldes
y me dediqué a ser joven
con todas mis fuerzas
¡me comía el mundo!

Después,
una gran indigestión.









He permitido grandes injusticias
sobre mí,
he guardado caricias y arañazos
en el mismo saco
he dormido acurrucada
en el lado del miedo
y ahora
construyo una casa
sin alambradas
y me pido
otra oportunidad.








 





Hay besos que saben a medianoche,
a ginebra,
a coger la soledad por el cuello
y estrangularla,
a leve momento
de lenguas
que olvidan.













































Algunas veces
la soledad te arrastra
por toda la casa
y tienes
que mirarle a la cara
recordando lo bueno
que ha hecho por ti,
el plan perfecto 
de hacerte justicia.


Y la aceptas como es,
la muy puta.


















































El tono perfecto
azul de tus ojos
mar cielo
estrofa descuidada
del verso que te cae
por la mirada.


Lágrima catarata
en tu cara
que yo lamo
para quedarme
con tu tristeza,
parpadeo lánguido
de tus minúsculas olas

en tus pestañas.

















Construyo cimientos
versátiles,
que van de ti hacia mí
estremeciendo el espacio,
las líneas convexas 
que unen mi mano
a tus labios
en un intento
de construir
tu beso 
en mi verso.


















Objeto de primitivas poses
como esfinges doradas
al sol
en un gimnasio
donde preparar
sus músculos
para un escaparate
donde no se vislumbra
ni una sola
idea.







































Esta mañana
me tomé el café con leche
con algunas lágrimas
que me quedaron de anoche.

Tu lejanía
desplegaba un mapa
de carreteras imposibles.

Cerradas a mi paso.